y, al besarte, un cósmico relámpago de vórtices y fuerzas estremeció mi vida,
/ un éxodo de sangres aconteció en mi cuerpo,
/ y todas las arterias y venas e instrumentos con su crucial mensaje,
/ a saciarse acudieron a tu boca;
/
y todo, todo resucitó estallando en sed y lumbres,
/ chirriaron goznes de grosor ingente,
/ y allá en el alma, de sus cárcavas profundas, un alba, de purísimos contornos,
/ germinó desnuda y se posó en el mundo;
/
y así aprendí que, cual sol y lluvia engendradores, con tus besos erigíamos
/ indescriptibles siembras y cosechas, lo que entonces y siempre fue:
/ un temblor sobre el ara en que, a fuego puro,
/ los dioses íntimos se entregan y se abrasan, se embriagan y enloquecen;
/ !
ah, qué hace ser de luz y eternos en ese exacto instante a los amantes,
/ o qué hace morir, amor, y en quién o en qué se gesta esta extrema y última verdad,
/ dímelo tú, dímelo ahora, amor, dímelo
!
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porque, cómo herir la vida y darla, y amarla y diferirla por querer tenerte tanto y tanto,
/ dímelo, amor, por qué y cómo, cómo, cómo
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