¿Cómo será, ayer me preguntaba,
/ mirándome al espejo, fijándome en mi frente
/ mi cerebro por dentro?, Por fuera, ni te cuento.
/ Lo tengo ya muy visto y lo lamento,
/ pues no me gusta nada.
/
/ En cambio el interior, ¿será bonito?
/ Me gustaría introducirme en ese chiringuito,
/ -acaso remolón, posiblemente una monada-,
/ ese envoltorio capilar, ese envolvente
/ en el que reside mi consciencia y mi inconsciente,
/ !lo que yo no daría por conocer esa morada!
/
/ ¿O es que por el contrario está deshabitada,
/ vacía de ideas coherentes y además destartalada,
/ con muchos cachivaches dispersos por el suelo,
/ y alguna librería de libros oxidados,
/ inertes, además de aburridos y cansados
/ y hasta la tronera de telarañas lleno?
/
/ Y aunque así que mi sesera fuera enana,
/ yo clamo a todos los dioses del parnaso
/ para que como le ocurriera a Garcilaso
/ me apareciera la inspiración cada mañana.
/
/ Porque lo que a mi me gustaría es poder pensar
/ como lo hicieran Ortega o Unamuno,
/ la socarronería de Quevedo profesar,
/ el arte de Machado o de Lorca y uno a uno
/ de Gracian, Miguel Hernandez, Zorrilla, Campoamor,
/ Borges, Ruben Dario, Amado Nervo o Espronceda,
/ introducirme con sigilo en sus molleras
/ y aprovecharme para de su intelecto descubrir
/ donde anida su razón en el arte de escribir
/ y guardarme yo el secreto si pudiera.
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