Flor de los vientos
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/ La flor es un fusil de amor,
/ un fusil de labios, rotundo y penetrante.
/ !Qué canto te dijera si el cantar del mar viniera!
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/ Quiero un arma silbando por el monte
/ y un silbido que cante un bello nombre:
/ pólvora de rosas y un cañón para escoltarte,
/ un colibrí hilando y el abeto, igual, a mil volando.
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/ Quiero una batalla de lilas y amapolas
/ que tiñan con sus cuerpos de blanco las pupilas,
/ y al pétalo solfeando, airoso y ajetreando.
/ Ir a la explanada del poeta y a su casa
/ envuelto en esa manta de hierro y de campanas,
/ y el hierro que sea nube de mirlos y de calas,
/ enlistarme en una vista y amarle con su rima.
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/ Quiero la poesía cargada y preñada,
/ dando a luz, bramando hasta que nazca:
/ de una mujer de pueblo rebelándose en la plaza,
/ de un niño en el corcel de madera y crianza,
/ de un campo de hombres, y nunca doblegada.
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/ Quiero una ventana: jazmín, cobre y agitada;
/ un tintero libre y un octosílabo en recuadro;
/ que apunten a la voz, al cuello, al grito, del siempre partisano,
/ y del gerundio colgándose y temblando.
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/ Por más fusil que lleve,
/ por mas letra vencida,
/ hay sangre en vez de plomo
/ y sangre respirando,
/ latir entre los codos de brazos despertando,
/ y un hombre en cada hombro: fusil de flor y asombro.
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/ Por cada hombre respiro: maíz, arroz y canto;
/ pólvora que viene de tierra, surco y cauce,
/ y hierve en los volcanes luchando al sembrarse.
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/ Quiero mil batallas de lilas y amapolas,
/ que vayan todas juntas cargándose y unidas,
/ y cuando ya disparen, si es preciso,
/ desborden las pupilas sus flores amarillas.
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/ Latir de los fusiles de cañas y cananas
/ cuando en las armas viven del pueblo sus labranzas
/ y besan en las ramas las rosas hilvanadas.
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/ Cantares que se funden en pechos del obrero,
/ bigornias cual floreros domando los aceros,
/ y en mano de los cantos claveles engendrando.
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/ Quiero mil batallas, y todas liberadas,
/ de lilas y amapolas floreando en las montañas,
/ y, si es preciso,
/ naciendo en las entrañas.
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/ Fruto de las villas la crónica y garganta
/ que brota de la espiga de alguien que camina,
/ y cuando se cosecha, masa es su justicia.
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/ Quiero las batallas, mil y mil batallas,
/ mil juntando miles, mil soldando todas,
/ de lilas y amapolas sumando a las begonias,
/ que forjen cada tallo, que limpien el arado,
/ que lleven en los dedos los callos del sembrado,
/ que apoyen en los hombros al hombre liberando
/ y, si es preciso y fuese necesario,
/ con flores en la mano para irles ya besando.
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