Entonces, El Señor tomó el atardecer entre sus manos
/ Y cual roto huevo celestial dejó caer al sol
/ como yema incandescente sobre el Pacífico sur.
/ Los moaires de Isla de Pascua lo observaron
/ Con cataléptica mirada, mientras un son de clarinete,
/ Cayendo ya la tarde muerta en sangre,
/ Con sus notas lastimosas, anunciaba...
/ Que alguien extrañaba a una mujer.
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