La tarde triste está y en su fiel en el ocaso,
/ entre escarpados montes el cielo se recrea
/ extendiendo su manto sutil en la marea
/ del horizonte de añil pintado al raso.
/
/ Al fondo del azul se asoman las aldeas
/ durmientes, arrebujadas, tímidas, sumisas,
/ tal es el revolotear juguetonas de las brisas
/ que hasta los chopos del río se marean.
/
/ Allí se fija el puente sobre dos arcos recostado,
/ vetusto, de la historia fiel testigo complaciente
/ que con susurros va repicando a la corriente,
/ cómplices a cada orilla los juncos acostados.
/
/ Campos de mieses de oro resisten, asustados,
/ en actitud servil que implorando van clemencia,
/ !hasta cuando permitirán abusar de su paciencia
/ por arados, los vientos y las hoces humillados!
/
/ Semidesnudas las vides se asoman a su paso,
/ atrevidas, mostrando al visitante sus vergüenzas,
/ casquivanas, esperan ser preñadas, y en sus trenzas
/ colgar sus hijos, el elixir para los dioses del parnaso.
/
/ ¿Dónde estoy, dónde me encuentro? Tal maravilla
/ situada ¿dónde puede encontrarse en el planeta?
/ Es Zazuar. Un minúsculo pueblito en la meseta.
/ Naturalmente, este idílico lugar está en Castilla.
más poemas de Donaciano Bueno Diez
más poemas de Donaciano Bueno Diez