Cádiz es la Habana con más negritos,
/ la Habana, Cádiz con más salero .
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/ Antonio Burgos
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/ ¿No surgió, como Venus de la espuma del mar,
/ Cuba de un blanco sueño del Cádiz oceánico?
/ ¿No habéis visto el castillo de Santa Catalina
/ y el castillo del Morro, o de la Candelaria
/ el que fue Baluarte, o bien los miradores
/ de esmerados herrajes que a través de las olas
/ envían con dulzor de la caña de azúcar
/ nostalgias que suspiran al borde de los muelles
/ de austeros comerciantes que al pisar Santiago
/ deliraban de amor ante las moreneces
/ de criollas picantes con canarios acentos
/ entre blancor de cales y aromas de tabacos?
/ Fue Pedro de Medina, arquitecto, quien hizo
/ a Cuba hija de Cádiz con bautismo barroco:
/ la Casa de Gobierno, la Casa de Correos,
/ la Catedral, que aún miran hacia los litorales
/ gaditanos con deudas de emoción en columnas,
/ en vanos, en ventanas para soñar el tiempo
/ y hacer que las raíces florezcan de añoranzas,
/ aún más si en el espacio íntimo de sus muros,
/ como alivio a continuas travesías, consuela
/ la música de Falla, lago de la memoria,
/ sosiego que no excluye el son y las guajiras,
/ y es gozo si se oye modular la habanera.
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/ Pero en aquellos días de vísperas fatales,
/ la Patria, enferma, lucha por conservar pedazos
/ de lo que fue su antiguo corazón colonial.
/ Cuba, zarandeada por políticos vientos,
/ mira a España con ojos de angustias antillanas.
/ Cádiz fue puerto hermano de júbilo y navíos.
/ Cuarteles de la Isla y de la Candelaria
/ son como dos alforjas de esperanza en los hombres.
/ Madrugan en sus cielos como ojos vigilantes
/ muchos preparativos, y, a pesar de la hora,
/ todos los gaditanos se agolpan en las calles,
/ llenaban los balcones y cierros de las casas
/ para ver desfilar a las ufanas tropas
/ camino de aquel muelle bullente de ilusiones,
/ los gritos patrióticos para la despedida.
/ Engalanada, igual que en sus mejores fiestas,
/ la Virgen del Rosario como enseña sagrada
/ que bendice a aquel nudo de promesas valientes.
/ Los soldados marchaban con sus ritmos marciales
/ y en la subida al barco la flor de aquella furia
/ reventaba sus pétalos en cantos y proezas
/ anticipadas, como señal de sacrificio,
/ mientras, el muelle ardía de rumores y gentes,
/ envuelto todo en música de finos pasodobles,
/ y entre los pasodobles, el más agradecido
/ y popular sacado de la zarzuela Cádiz .
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/ Mas la guerra pasaba y los días poniendo
/ ciertos interrogantes, comentarios, suspiros
/ frente al Ayuntamiento; San Juan de Dios,su plaza,
/ de ociosos y curiosos mentidero, hojeaba
/ el Diario, forzado manantial de noticias,
/ como un cofre de augurios y de cavilaciones,
/ porque tantos soldados que de Cádiz partieron,
/ no volvían... Aquellos pasodobles alegres
/ eran sustituidos a poco por sollozos
/ y por dudas que a insomnes corazones punzaban.
/ Ya al muelle no animaba ni música ni vítores
/ cuando en la despedida de las últimas levas.
/ Los jefes y oficiales cabizbajos marchaban
/ como si adivinasen aciagos desenlaces;
/ llevaban los soldados como dulces reliquias
/ los tan hondos retratos de la madre y la novia.
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/ En Cuba, mientras tanto, la sangre gaditana,
/ como toda la sangre española en combate,
/ brillaba, relucía de ingenua acometida
/ frente al auge creciente del yanqui poderoso
/ (que encendiera en Rubén sus versos indignados
/ y reivindicativos de una España más fuerte*).
/ La sangre gaditana se huracanó en las bordas,
/ y en nombres que la Historia guarda como en joyero
/ suena en el corazón español todavía
/ el Teresa, el Oquendo, el Colón, el Vizcaya;
/ en fin, toda la escuadra heroica de Cervera.
/ Un sabor a derrota amargó las gargantas
/ de los hombres aquellos que al final regresaron
/ trayéndose de Cuba esa hermana perdida
/ y dejada en los brazos de un mar que se hizo
/ la tumba de españoles que soñaron victorias
/ las condecoraciones más tristes: las heridas.
/ Pero a pesar que Cuba quedaba ya más lejos
/ y el lazo que la hacía como melliza a Cádiz,
/ se rompió, todavía las olas siguen fieles
/ en reciprocidad de recuerdos y afanes
/ y en idas y venidas con caudales de espumas,
/ vientos y gaviotas, no dejan en olvido
/ los norays de los muelles, las sirenas, los cabos,
/ que les fueron otrora como palpitaciones,
/ como un lenguaje en clave de su vivir diario;
/ porque, ¿cómo olvidar este puente que cruza
/ España para América como faro y vigilia,
/ arcada familiar, acueducto de señas,
/ ventrículos de un mismo corazón de la lengua?
/ ¿No surgió como Venus de la espuma del mar
/ Cuba de un blanco sueño atlántico de Cádiz?
/ ¿O acaso cuando veis el castillo del Morro
/ no estáis viendo el castillo de Santa Catalina?
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/ *Véase el poema A Roosevelt
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/ De Erytheia o versos de circunstancias elegidas (2000)
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