Así es la historia de la grandeza de la humanidad toda,
/ todos son grandes porque todos son hijos de las estrellas,
/ de los árboles y de la mar,
/ donde unos se deleiten con las rocas y el bramar de las olas
/ y otros se apacientan con el zumo de las cortezas.
/
/ He visto lobeznos enfermizos siendo llevados con desesperación
/ por las lobas a ser nutridos y perderse
/ en la cercanía de los vientres de sus madres
/ y otros exuberantes de salud ser abandonados para perecer.
/
/ He mirado a mis alrededores buscando en el viento
/ y en la bruma matutina
/ para encontrar los justos ojos sabios de la madre naturaleza
/ y poder así leer las razones de esa realidad,
/ al encontrar siempre las gotas de lluvia secadas por el sol de la tarde,
/ ya sin nada para llevarse al día siguiente.
/
/ Por más que gritemos para que se abriguen los aturdidos
/ por los sonidos de los truenos,
/ no alcanzarán casi nunca asir los peldaños al interior de los fortines,
/ ni sanarse con las austeras raciones del silencio,
/ solo podemos prender siros a su desesperación de recuerdos.
/
/ Sumidos en las cimas de montañas azules,
/ inquiriendo la desesperación de los sufrientes,
/ solo podemos constatar que sus padres
/ conocían de los mismos senderos difíciles,
/ aquellas cuestas empinadas y barrancos rocosos
/ para constatar
/ que esos mismos padres,
/ por razones más allá de nuestra humildad,
/ nos equiparon a cada uno también,
/ de cuerdas, lazos y picos
/ para ascender nuestro propia camino.
/
/ Aunque las marejadas amenacen inundar
/ las costas de nuestros legados
/ y las lanzas pueden alistarse
/ para repelar la arremetida de las hordas,
/ aun así deben estar siempre abiertos
/ los portales de las aldeas
/ hasta cuando pueda sea salvo
/ el último de los perdidos en la luz
/ de la abundancia.
/
/ Así sabe el hombre sea el camino del caminante
/ de ojos con luz del atardecer,
/ arrastrando corrientes de ayer y mañana.
/ Va y se asoma desde los torreones
/ de la Basílica de Quito
/ y ve desaparecer los nubarrones de los cascos.
/ Vuelve a bajar
/ y sabe que el peso que empuja
/ no es más que una caída de pluma de cóndor.
/ Abra la mano para vaciar la esperanza
/ en el regazo del llanto
/ del niño desconocido por el día.
/ Se ajusta el arnés de piedras y árboles
/ en el rio de su espalda
/ y espera que los frutos
/ que el camino esparce durante su caminar
/ alimenta los vacíos
/ de los que desconocen.
/
/ Ser maeso de Galápagos es una exclusión del tiempo
/ y la creación para los que tienen ojos para ver
/ y vorágine insaciable para los lleno de gula que son vacíos.
/ Aquí la palabra no tiene eco
/ en los de pensamientos sin vida ni fundamento,
/ solo lamentaciones.
/ El eco de las palabras vacías
/ rebote al interior de las grietas de las rocas de basalto
/ mientras que el silencio de cada día
/ abriga esperanza de nuevos nacimientos.
/
/ La misma ley rige para todo parroquiano de estas tierras,
/ estos lares canten loores al justo
/ cuando duerme en su petate prohibido o en su hamaca.
/ Es curioso que aquí el artesano
/ no tienen gobernador
/ ni hay secretario de estado para ellos en Carondelet
/ y los presidentes del país rechacen sus presentes.
/
/ En Galápagos el pueblo aun no es nacido de la tierra
/ porque ni sus canticos son de su cieno,
/ ni su danza de los elementales,
/ ni del agua, tierra, fuego, aire o de la vida.
/ En Galápagos aún no se enhebra
/ el comer con dioses de las islas
/ ni hay sangre de humanos que la reclamen
/ porque no conocen el templo para iniciarlos.
/
/ No es ser guía de Galápagos lo que cuenta
/ sino ser guía de la madre naturaleza de esas islas
/ cuyo nombre no es Galápagos.
/ No es ser ciudadano de Galápagos lo que cuenta,
/ sino ser ciudadano de este escorzo en la creación lo que es realidad.
/ No es ser cantante o danzante en Galápagos lo que cuenta,
/ sino ser instrumento del viento de sus mares
/ y baile de los tambores de sus entrañas,
/ los que pintaran la vida.
/ No son Galápagos las instituciones demasiadas
/ que la aturden y atosigan,
/ sino el silencio hondo
/ en las sesiones del templo.
/
/ No es Galápagos un silencio científico,
/ sino un bramido desde el principio.
/ Los lobeznos marinos lloran eternamente su madre,
/ hasta que sus huesos blanquean las arenas rojas de la playa.
/ En Galápagos no podrá haber pueblo,
/ ni música, ni danza, ni autóctonos,
/ hasta que surge su Templo de las arenas de sus costas,
/ para qué en ella se bautice los guerreros de la voz.
/ En Galápagos no se trata de ser guía o autóctono
/ o nativo del vacío que nos ha legado el silencio,
/ ellos solo son reflexiones del pensamiento.
/
/ Galápagos jamás terminara de nacer,
/ sin que nazca su gente de sus entrañas.
/ No será jamás estas islas en la realidad del presente
/ hasta que se sumerge en la claridad del mar
/ de sus ensenadas a sus hijos nacidos de sus entrañas
/ y se oye la música de sus vientos
/ y su danza la verdad de su madre.
/ Galápagos nunca será nacida en el presente
/ sin que sus hijos tejen sus colores
/ y sus artesanos laboren su faz.
/
/ Hay el templo de la madre naturaleza de estas islas
/ y los seres que la construyeron hace tiempo
/ que desandan sus trochas
/ y llaman a despertar los augures y arcanos.
/
/ Nuestra madre de esta naturaleza mire
/ y espera escuchar el primer llanto de sus nacidos,
/ espera escuchar la música de sus lares,
/ quiere ver la danza de la vida
/ y la danza de su realidad
/ y la danza del día y del mañana.
/
/ Está esperando que le dirijan las poesías
/ y prosas arrancadas de los cielos.
/ Le ha dado nombres al mundo
/ y le ha dado nombre a la vida de las islas
/ y quiere escuchar por fin murmurar su nombre
/ en un canto que venga de un corazón inocente y puro.
/
/ Galápagos no es solo todo lo sordo y ciego,
/ es el origen de la tierra
/ y las enseñanzas del principio
/ el retorno,
/ de todos los seres.
/
/ André 2013
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