Me quedaste grande y entiendo que por eso te tuviste que marchar,
/ Por poco sigo errando y pensando que era todo lo opuesto.
/ En mi cerrado egoísmo, con objetos de todo tipo quise compensar mi falta de afecto,
/ Y al afecto que tu me dabas sin nada a cambio,
/ Hoy con mis objetos obsoletos no puedo comprar.
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/ Debí ser más cuidadoso, mirar dentro de tus dulces ojitos vidriosos,
/ Y ver que ese cristal estaba apunto de romperse,
/ Pero ignoré señales sin darme cuenta que al romperte;
/ una vez lograda la conciencia de tu grandeza,
/ detrás de ti me rompería doblemente.
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/ Tú eres muy dulce, y aprendiste de un amor sin egoísmo;
/ Para ti el ver a nuestros hijos disfrutar es lo primordial,
/ Mientras yo hacía cálculos para ver si el dinero era lo primero.
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/ No te llego ni a los tacos, y por querer aprisionarte,
/ No me quedé ni con tus zapatos.
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/ Hoy mis hijos me recuerdan que lo único que tengo en ellos es un trozo de tu esencia;
/ El dolor impreso en nuestra descendencia, y menos pero aún muy importante,
/ El dolor de haberte perdido.
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/ Hoy si fuese necesario ruego a dios eternamente que perdone mis errores,
/ Y permita brotar en ti nuevamente, tu dulce amor, mi pedacito de cielo. A.Cuenca.
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