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/ Cuando bajo al cementerio
/ y oigo el fuerte
/ repique de la piqueta,
/ se me desvela el misterio
/ de la muerte
/ sin ropajes, sin careta;
/ esa infalible doctora
/ tan sombría, tan señora,
/ la que cura nuestros males
/ sin fármacos, sin receta,
/ con remedios naturales:
/ la que nos cura la herida
/ de esta vida
/ y es punto final y meta
/ de un callejón sin salida...
/ Veo una tumba tan desierta
/ de malas hierbas cubierta:
/ de cenizos y de zarzas
/ de malvas y de magarzas...;
/ y un nicho tal boca abierta,
/ como esperando comida...
/ Entonces se me despierta
/ mi memoria dolorida
/ al recordar desolada
/ que aquí se encuentra enterrada
/ media parte de mi vida.
/ Y observo con tanto espanto
/ que produce escalofrío
/ ver tan lleno el camposanto
/ y el pueblo ya tan vacío...
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