Insolentes aguas del rio
/ que hieren los sonidos.
/ Visten de harapos los colores
/ del pavo real atormentado.
/ Secuestran las risas
/ bajo los puentes que unen lo urbano
/ en las húmedas ochavas,
/ donde la ciudad se ahoga y
/ los árboles se atontan con la brisa/
/
/ A un hombre de gastada etiqueta
/ lo fatiga el peso de ser hombre.
/
/ En los bolsillos no pesa el cobre y
/ se partió en mitades su amuleto.
/ Otro anda con canas sucias,
/ vestido de luto negro,
/ la barba se le endurece
/ a la intemperie del viento frio.
/ Lleva el oxido en su sombrero.
/ La corbata desgreñada.
/ Emprende su retirada
/ con el cuello desteñido de azules marcas.
/ Quizás por el sudor de la camisa
/ o una lagrima evaporada
/ que subió de las glándulas.
/
/ La cima tiene huecos sin nombres,
/ raíces de grito y hojas de estaño,
/ sombras de luna, bocas sin ancestros,
/ mamparas donde la vista se desangra y
/ en débil equilibrio andan los pies
/ del hombre que repite rito de antaño/
/
/ Evoca una confluencia de nombres ajenos.
/ Su alma dibuja un control desvariado y
/ en el espejismo del rio enumera sus años
/ El plano vidrio lastima sus espejos
/ y bajo una nube de dedos su entrecejo
/ va quedando sin nombre y sin sueños/
/
/ En la ribera del ancho rio su cuerpo insomne
/ es un abismo colosal donde respira la muerte/
/ No hay ecos en las aguas que repitan voces y
/ el hombre deja su destino en las palmas de la suerte/
/
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