Cierta mañana del blanco invierno,
/ con nerviosismo y alta tensión,
/ Caperucita, la bien plantada,
/ se zampó al lobo bobalicón.
/
/ Salió de casa y besó a su madre,
/ y es que sintiéndose ya muy mayor,
/ se fue al trabajo como una reina
/ diciendo a todos aquí estoy yo.
/
/ ¿Cómo fue eso? ¿Por qué lo hizo?
/ Después de hacerlo ¿qué pasó?
/ No lo sabemos exactamente.
/ Lo que sabemos es que Perrault,
/
/ que era un machista de tomo y lomo,
/ contando el cuento se equivocó
/ y ahora se cuenta de esta manera
/ sin chochovainas y sin temor.
/
/ ¿Cómo una chica tan preparada
/ iba a perderse sin ton ni son,
/ si había muchas independientes
/ como ella misma en derredor?
/
/ Las chicas guapas, las chicas buenas,
/ las chicas listas, las chicas de hoy...
/ no hay hombre-lobo que se las coma,
/ ni a la abuelita, que no, que no.
/
/ Bien saben ellas ir al trabajo
/ en tren o en coche, de sol a sol,
/ y rendir tanto como el más fuerte
/ ejercitando cualquier labor.
/
/ Creedlo, chicos, y a espabilarse
/ ante la nueva competición.
/ No necesitan cestas de frutos,
/ les basta solo un poco de amor.
/
/ Y que las suelten, eso sí,solas,
/ ir a su aire, sin otro son
/ que el que les dicta la real gana
/ y el bamboleo del corazón.
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