El empleado del banco,
/ en el que mi raquítica cuenta corriente
/ no levanta cabeza,
/ al finalizar mi radiografía anual con Hacienda,
/ me comenta:
/ -¿En qué casilla vestida de sala de espera,
/ envías tu donativo, como contribuyente?,
/ ¿a la de fines sociales
/ o a la de la iglesia católica, apostólica y romana?
/
/ Sin dudarlo,
/ a la primera le contesto al empleado encorbatado,
/ a la vez que insisto,
/ señalando al casillero
/ con el dedo corazón de mi mano izquierda:
/
/ -A la iglesia ni agua, compañero.
/
/ del poemario: Tiempo de arracimarse .2009.
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