EL DESENCARNADO
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/ Para L.F.F.
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/ Tú nos creaste para ti, Señor; nuestro corazón
/ no descansara hasta que regrese a Ti .
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/ San Agustín
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/ Ametralla la lluvia la indefensa llanura
/ y el viento aúlla como un lobo errante.
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/ Tú estas despierto ya, pasados los confines
/ de luto de tu ausencia para todos los otros,
/ los que su adiós te dieron, pañuelo de palabras
/ que agujas de tristeza bordaron al instante,
/ mientras tú te embarcabas hacia un mar ignorado.
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/ Te imaginan tendido, inerte en el silencio,
/ arrumbada maleta en estación perdida,
/ fardo tu cuerpo envuelto por esta hora en brumas,
/ carne de un lazareto que comerá el olvido,
/ banquete de gusanos con mantel de abandono;
/ pero tú estás, ingrávido, incierta mariposa
/ errando por paisajes de lo que fue tu entorno,
/ perspectivas que ahora deshojas como un trébol,
/ caminos que se cruzan entre auroras y ocasos,
/ cambiantes panoramas, surrealistas perfiles
/ en los que, forastero, se extravía tu brújula,
/ patria difuminada y efímera en la niebla.
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/ Ahora solo y huésped de la certeza inmóvil,
/ que es esta soledad tan fija como un monte,
/ ¿qué harás desmadejando los hilos de tu ocio
/ y oyendo cómo ladran los perros de este viento
/ en un mapa poblado por sombras plañideras,
/ parados los relojes, el deber desasido
/ de viejas servidumbres que te uncieron a un yugo?
/ Los tuyos te recuerdan desde el muelle del tiempo.
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/ Tú quisieras volver, ya impreciso el camino,
/ ya borrosas las señas y los rostros amados,
/ en donde desmenuzan dispersos comentarios
/ que abundan sollozantes de tu oscura partida...
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/ ¿Volver a acariciar con dedos de nostalgia
/ retroceso por lentas amnesias en derrubio
/ los seres y las cosas que preguntan por ti?
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/ No. Es mejor despedirse como quiebra el ocaso
/ escorado y hundido en la noche el velamen.
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/ La orilla del Leteo te coloca su túnica
/ y ya eres peregrino a regiones ignotas.
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/ Un valle abre su enorme bostezo de neblina.
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/ Todo es desconocido, país de la extrañeza.
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/ Región donde lo insólito desprecia cualquier nombre.
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/ Lugar inmensurable, espacio inaprensible.
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/ Tu llegada colinda con señal de estupores,
/ viajero que deslía ademanes de rumbo.
/ Se difumina el réquiem, cabellera de ecos
/ cayendo por los hombros del lejano infinito.
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/ Pero tanta demora con despliegue de intriga
/ te ayuda a que el terror dulcifique su idioma
/ y un vahído de nada tu indefensión acune.
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/ Un guardián del umbral te sonríe al encuentro
/ en un iluminado quicio de bienvenidas,
/ donde el salmo perpetuo traza sus espirales,
/ como grecas que ascienden al atril de la gracia.
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/ Estás como en la puerta de un enigma ceñudo
/ y lo que tanteabas como misterio, rompe
/ la morada crisálida de un después halagüeño.
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/ Aquí hallarás filón de lo que en ti arañaste,
/ bajo del pedernal de la carne precaria
/ cuando fuiste habitante de aquel cuerpo en su estío.
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/ Te salva en el destierro la alforja donde echabas
/ esos interrogantes cual gavilla sujeta
/ con su cuerda de amor, su candeal aroma,
/ los libros en que entraste como en bosques
/ [de intrigas,
/ las tertulias bordando estromas con palabras,
/ yacimientos de ideas, filones de disputas
/ buscando el oro íntimo que lleva a lo absoluto,
/ el silo del amor, su trigo de emociones,
/ y te habrán de llevar alas de expectativas
/ al coro donde en gozo festonean sus himnos
/ los que en vida cortaron los cactus de los miedos,
/ talaron malas hierbas de las fatalidades
/ y ensilaron de espera el vacío y la nada;
/ y el viajero que eres encontrará su albergue,
/ calentando tu búsqueda, en la hoguera del Todo,
/ en que Belleza, Amor, Sabiduría
/ [son los rostros de Dios.
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/ De Viaje a los silencios sin retorno (2010)
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