No podía amarte pues no te conocía
/ no podía entregarme a ti,
/ ni podía estar contigo
/ pues aún no me habías domesticado.
/
/ Para mi eras como cualquiera de
/ otras mil mujeres, no te necesitaba;
/ para ti era como cualquiera de
/ otros mil hombres, no me necesitabas.
/
/ Pero al domesticarme empezamos
/ a sentir necesidad uno del otro,
/ tú comenzaste a ser única para mí y
/ yo comencé a ser único para ti.
/
/ Al domesticarme mi vida se llenó de sol
/ puedo reconocer el ruido de tus pasos
/ y amaré el rojo de los atardeceres
/ porque me recordarán tu rostro.
/
/ Sólo se conocen las cosas que se domestican
/ los hombres ya no tienen tiempo para conocer
/ adquieren las cosas hechas a los mercaderes
/ pero no existen mercaderes del amor.
/
/ Por eso hay tan poco amor en este mundo
/ si quieres amor, entonces domestícame
/ sólo una mirada bastará, una caricia
/ pues la palabra es fuente de malentendidos.
/
/ Siempre deberé saber la hora en la que estás
/ así de esa forma empezaré a ser feliz
/ la hora anterior a nuestro reencuentro
/ sino no sabré a que hora preparar mi corazón.
/
/
/ He aquí entonces mi secreto, es muy simple
/ no se ve bien sino con el corazón
/ lo esencial es invisible a los ojos
/ los hombres han olvidado esta gran verdad.
/
/ Pero yo no he de olvidarla pues a ti te conocí y mi corazón te ha puesto ante mis ojos y has logrado domesticarme; y por
/ ello siempre te amaré como tú me amas a mí.
/
/
/ Víctor Hugo Barreneche
más poemas de Barreneche Víctor Hugo
más poemas de Barreneche Víctor Hugo