Caminaba a paso veloz como enemigo del tiempo
/ queriendo escapar de los fortísimos rayos del sol
/ que guiaban mis pasos evitando todo contratiempo
/ ignorando en el camino el vigoroso color del girasol.
/
/ De pronto y por instinto natural alcé mi mustia mirada
/ percibí en lo alto de una cornisa a una hermosa chica
/ que en seguida mi atención robó y mi prisa fue olvidada
/ comprendiendo la consecuencia que esta acción implica.
/
/ Al pasar frente a la suntuosa casa hice una media pausa
/ elevé una vez más mi mirada y regalé destellos de luz
/ no exaltando su belleza sino la extraña labor de su causa
/ esa chica radiante, regaba una rosa carente de tragaluz.
/
/ Al no saber su nombre la bauticé como la chica de la rosa
/ al quedar atónito con el acto, una flor regando a otra flor,
/ hoy me pregunto quién será esa dama tierna y misteriosa
/ que hurtó mis suspiros y me llenó de profundo estupor.
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